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Padres y pediatras
al cuidado de la infancia y la adolescencia

Soy Julia

Julia nació con una lesión neurológica irreversible. Meses antes de que se cumpla el plazo fatal que le pronosticaron, decide relatar en un diario sus dos años de vida. Una visión del mundo provocadora e insolente, que sorprende desde la primera línea. Soy Julia es la ventana por la que esta pequeña se asoma al exterior para reivindicarse a sí misma, y lo hace con una percepción tan extraordinariamente peculiar, fresca e irónica, que convierte sus palabras en un torrente de vida y humor. 

En su universo no está muy clara la diferencia entre seres humanos, sonidos u objetos. Julia cree que su hermano es un transistor que se llama Iñaki y que Poing es un rayo de sol que trabaja en su cuarto; está enamorada de Minovio, aunque coquetea con Elfisio Terapeuta; sostiene que llorar es un arte y comer con cuchara toda una proeza. Los momentos penosos de su vida son muchos, sin embargo siempre descubre el modo de pasar por ellos casi de puntillas. Al fin y al cabo, Julia, como cualquier ser humano, sólo quiere que la quieran. 

El autor

Como hicieran Queneau y Carroll, Antonio Martínez aborda de una manera tan fascinante como inédita el relato de la asombrada experiencia que una niña de apenas dos años tiene de sí misma y de cuanto le rodea. Soy Julia es una novela magníficamente resuelta y un juego de perspectivas que atrapa al lector y establece con él una complicidad de insospechada ternura.

Viernes, 24 de marzo de 2000. Pronto cumpliré dos años y, puesto que ésa es la edad que me señalaron al nacer como la más probable para mi muerte, he decidido ordenar los recuerdos de mi vida, no vaya a ser que se cumpla el augurio y tenga después que reprocharme no haber intentado pelearme un hueco en la posteridad.

Así comienza 'Soy Julia' donde el autor comparte su experiencia como padre de una niña con discapacidad, convirtiendo a su hija en narradora de su propia historia. Antonio Martínez utiliza un sentido del humor muy peculiar para describir muchas de las situaciones que, la mayoría de los padres que compartimos esta circunstancia, hemos vivido desde el día en que nuestros hijos llegaron al mundo: el trance del diagnóstico, las visitas al neurólogo y especialistas varios, las sesiones de terapia, las miradas extrañas, los cuchicheos en voz baja, los sustos y sobresaltos y, sobre todo, la incertidumbre perpetua sobre el pronóstico y calidad de vida de nuestro hijo. ¿Es posible tratar temas tan delicados y que provocan tantísimo dolor con humor y respeto a la vez? Increíblemente, sí. Aunque creo que sólo Antonio Martínez es capaz de algo así.

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