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Las cifras de la vergüenza. Barcos a la deriva en nuestras costas

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Fecha de publicación: 20-07-2015

"A las cinco de la tarde, vimos un barco acercarse. Nos arrojaron una escalera de cuerda. Muchos trataron de llegar hasta ella, y la barca volcó. Yo caí al agua, fui el primero. No podía respirar. Cuando estábamos en el agua, era como la guerra. Había helicópteros y barcos a nuestro alrededor. Immirdan, una mujer siria de unos 35 años, murió junto con su hijo de un año. No sabían nadar. Me había pedido pan, chocolate, queso, y yo se lo dí. Veinte minutos después, la barca volcó. Vi a Immirdan. También vi morir a otra mujer, negra. Y vi a miembros de la Armada, en el barco grande, tratando de resucitar a un hombre. Pero no lo consiguieron". (Mohammad, palestino de 25 años procedente de Líbano)

La tarde del 4 de marzo de 2015, una embarcación en la que viajaban unas 150 personas, entre ellas unas 20 mujeres y 10 menores, volcó aproximadamente a 50 millas náuticas de la costa de Libia cuando un remolcador de una plataforma petrolera se acercó a auxiliarla. Mohammad y otras 120 personas pudieron salvar la vida gracias a la acción de un barco guardacostas italiano, pero el resto falleció. Pocos días después, el 18 de abril, y muy cerca de allí, perecían ahogadas más de 800 personas, entre ellas 40-50 niños, en una tragedia que saltó a la primera página de todos los informativos. ("Vidas a la deriva". Comunicado del Grupo Grupo de Inmigración, Cooperación y Adopción de la Asociación Española de Pediatría de Atención Primaria -AEPap-).

Por aquellos días, los medios de comunicación nos ofrecieron algunas cifras vergonzosas: Según Amnistía Internacional, en su informe “La vergüenza de Europa a pique”, a lo largo de 2014 más de 3.500 personas habrían perdido la vida en el mar, huyendo de conflictos, persecución y pobreza; en los escasos cuatro primeros meses de 2015, y sólo en el Mediterráneo central, ya pasarían de 1.800, cien veces más que en el mismo periodo del año anterior.

Las cifras aún producen más vergüenza si se trata de menores. Save the Children alerta de que, en lo que va de año, 3.747 niños migrantes han llegado a las costas italianas, de los que 2.272 lo han hecho solos, aunque muchos otros han perdido la vida en el intento. Según esta organización, 2.500 niños podrían morir este año en el Mediterráneo si la Unión Europea no cambia su política migratoria y restaura las operaciones de rescate al nivel de la Mare Nostrum. (Nota de prensa: Save the Children, España; 23/04/2015)

Mientras tanto, Frontex, la agencia europea encargada de controlar las fronteras de la Unión Europea, ha sustituido a principios de 2015 la operación Mare Nostrum, llevada a cabo por Italia con un presupuesto de 9,5 millones de euros, por la operación Tritón con una drástica e inexplicable reducción del presupuesto a sólo 1,5-2,9 millones de euros y cuyo mandato, seguridad y control de las fronteras, nada tiene que ver con la búsqueda y el salvamento de náufragos. En cambio, tras las terribles muertes ocurridas en abril, los líderes europeos han aumentado los recursos dedicados a las operaciones de búsqueda y salvamento para paliar en parte las deficiencias de la operación Tritón. Algunos Estados europeos, como Alemania, Irlanda y el Reino Unido, han desplegado barcos y aviones en el Mediterráneo que se suman a los recursos de la operación Tritón y aumentar la capacidad de ayudar a personas en el mar. Un importante, aunque insuficiente, paso para mejorar la seguridad en el Mediterráneo.

Cada día miles de personas en el mundo se ven obligadas a huir por las guerras, la violencia generalizada, la persecución o la miseria. El pasado 20 de junio, con motivo del Día Mundial del Refugiado 2015, el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) daba a conocer la última estadística: en el año 2014 más de 60 millones de personas han sido desplazadas a causa de los conflictos y la persecución, la cifra más alta jamás registrada. Cerca de 20 millones de ellas son refugiados, es decir, han tenido que dejar su país, y más de la mitad son niños. Estas cifras están aumentando a un ritmo cada vez más rápido. En 2014, cada día un promedio de 42.500 personas se convirtieron en refugiados, solicitantes de asilo o en desplazados internos, es decir, cuatro veces más que tan sólo hace 4 años. A nivel global, una de cada 122 personas es ahora una persona refugiada, solicitante de asilo o desplazada interna. Si esta fuera la población de un país, sería el número 24 del mundo.

El informe de ACNURTendencias globales, desplazamiento forzado en 2014” también refleja cómo sufren este fenómeno los menores: en 2014 unas 34.300 solicitudes de asilo fueron presentadas por menores no acompañados en 82 países; en su mayoría, menores afganos, eritreos, sirios y somalíes. Fue la cifra más elevada que se registra desde que ACNUR empezó a recopilar estos datos en 2006. Los menores de 18 años fueron el 51% de la población refugiada en 2014, frente al 41% en 2009, la cifra más elevada en más de un decenio.

Para entender el impacto de esta realidad es preciso recordar que las regiones en desarrollo, los que menos posibilidades tienen, acogen al 86% de los refugiados: 12,4 millones de personas. Los países menos desarrollados dan asilo a 3,6 millones de refugiados, lo que supone el 25% del total mundial. El cruento conflicto de Siria hizo que Turquía se convirtiese en 2014 en el paísque albergaba al mayor número de refugiados (1,59millones) seguido de Pakistán (1,51 millones), Líbano (1,15 millones), la República Islámica de Irán (982.000), Etiopía (659.500) y Jordania (654.100). Los países económicamente desarrollados, en la actualidad sólo acogen al 14% del total de refugiados del mundo.

Todos estos números no nos dirían nada si no fuera porque detrás están seres humanos como nosotros. Millones de vidas se desmoronan tras palabras como “asalto”, “avalancha” o “ilegal” que podemos leer en las crónicas que cuentan lo que sucede en la frontera sur. Historias personales, miles de tragedias personales y familiares,  que deberían provocar vergüenza a los líderes europeos en su cicatera negociación sobre qué porcentaje de refugiados están dispuestos a acoger. La Comisión Europea ha propuesto que los Estados de la Unión Europea ofrezcan un total de 40.000 plazas de reasentamiento adicionales para refugiados procedentes de fuera de la Unión, una cifra demasiado pequeña para contribuir adecuadamente al reparto internacional de la responsabilidad, sobre todo si la comparamos con las 380.000 personas sólo de Siria, que según ACNUR se encuentran en necesidad de ser reasentadas. A pesar de ello, los gobiernos no se ponen de acuerdo. Es preciso recordar que, en el caso de Siria, España sólo ha concedido 118 estatutos de refugiados y 1.187 estatutos de protección subsidiaria a ciudadanos de este país.

Las Naciones Unidas, a través de ACNUR, reconocen que factores como la globalización económica o la desigualdad en las condiciones de vida, tanto dentro un mismo país como entre países diferentes, han contribuido a determinar un aumento de los flujos migratorios internacionales. Muchas personas dejan su país en busca de oportunidades de empleo o educación, o porque tratan de reunirse con sus familiares; pero también muchas se ven obligadas a dejar su hogar por causa de conflictos bélicos, persecución o violencia. Por otra parte, las difíciles condiciones de vida en los países menos desarrollados y el endurecimiento de las políticas migratorias en los países industrializados han provocado, en los últimos años, un incremento alarmante de delitos como la trata y el tráfico de personas.

En el caso de los niños y las niñas emigrantes y solicitantes de asilo, la comunidad internacional en su conjunto, y cada estado en particular, tienen la obligación de proporcionarles una protección especial que garantice en todo momento que se respeta el interés superior del menor. En algunas ocasiones se trata de menores que ya han sufrido graves violaciones de los derechos humanos: Explotación laboral, reclutamiento en grupos armados, violencia y castigo físico, explotación sexual, mutilación genital femenina,… La falta de una protección eficaz provoca a menudo que vuelvan a verse sometidos a los mismos abusos o que no puedan desarrollarse adecuadamente si no se les proporciona el apoyo psicológico necesario.

La protección de las personas emigrantes, desplazadas, refugiadas y solicitantes de asilo, especialmente si son menores, no es una cuestión meramente política o humanitaria, sino de justicia y respeto a los derechos humanos.

Datos extraídos de las siguientes fuentes:

Fecha de publicación: 20-07-2015
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