Formulario de búsqueda

Padres y pediatras
al cuidado de la infancia y la adolescencia

Abdulakim, vómitos en escopetazo.

  • pdf
  • friend
  • print
  • Googleplus
  • Twitter
  • Facebook
  • WhatsApp
Fecha de publicación: 13-04-2023

Rápido, doctor, rápido. Abdulakim ha vuelto a vomitar —me avisan.

Corro todo lo que puedo hasta llegar ante Abdulakim, un bebé de poco más de un mes que desde hace una semana vomita sin cesar. Me lo encuentro postrado en la cama sin apenas moverse, con los ojos hundidos y la piel seca, tanto que, al pellizcarla, tarda en regresar a su lugar debido a la pérdida de la elasticidad. Un signo claro de deshidratación.

Mientras lo exploro y ausculto, vuelve a devolver. La escena se me queda grabada en la retina por la increíble potencia del vómito. Parece mentira que un lactante tan pequeñito pueda expulsar leche con tanta fuerza. Es lo que la literatura médica llama vómito en escopetazo. El nombre no puede ser más acertado.

Ello se debe a que el píloro, que regula la salida del alimento del estómago, se encuentra engrosado, lo que impide que continúe al intestino. De este modo, el alimento vuelve a subir y sale por la boca como si fuera un disparo. Este engrosamiento se detecta palpando el abdomen, como si de una oliva se tratase, «la oliva pilórica». La solución no es otra que una intervención quirúrgica que consiste en un sencillo corte en la pared del músculo. Sin embargo, en Gambo resulta imposible de practicar. Y ello lo condena a morir vomitando debido a la falta de recursos, que convierte en inalcanzable su traslado a otro lugar para intervenirlo.

El sentimiento de impotencia es enorme. Va a perder la vida un niño que no debería morir. Un niño de pocas semanas que en Barcelona se trataría y tendría toda una vida por delante. En Gambo fallecerá fruto de la injusticia.

Fecha de publicación: 13-04-2023
Autor/es: