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Enfermar en los tiempos de Netflix

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Fecha de publicación: 13-07-2021
  • ¿Tienes Netflix? – me preguntaron al volver de Etiopía.

Me quedé pensativo. “¿Ha dicho Netflix?” Me repetí interiormente. Era la primera vez que escuchaba esta palabra, no tenía la más remota idea de lo que podía ser. ¿Una nueva serie? ¿Un nuevo aparato tecnológico?

¿Recuerdas cuando esperabas con ansias que llegase el miércoles siguiente para ver el nuevo capítulo de tu serie favorita?

¿Recuerdas cuando éramos capaces de esperar una semana entera, siete días con sus 168 horas? Y cuando faltaban tan solo dos días ya empezábamos a sentir la felicidad…

Me recuerda al fragmento de “El Principito” de Antoine de Saint-Exupéry:

Si vienes, por ejemplo, a las cuatro de la tarde, yo desde las tres comenzaría a ser dichoso. Conforme avance la hora, más contento me sentiré. A las cuatro me sentiré agitado e inquieto, así descubriré lo que vale la felicidad”

Ahora en tiempos de Netflix tenemos al alcance de la mano todos los capítulos. Después de tragarnos la temporada completa en un mismo día, somos capaces de ponernos nerviosos por no tener disponible todavía la temporada siguiente.

No podemos esperar. No sabemos esperar.

¿Recuerdas cuando escribías una carta a un amigo, la echabas en el buzón, y luego esperabas tres días a que le llegase, y otros tres como mínimo para tener la respuesta de tu amigo? ¿Recuerdas esa sensación bonita de nervios cada vez que abrías el buzón de tu casa esperando encontrar la carta? Y cuando no la encontrabas, mantenías la esperanza de encontrarla mañana, manteniendo la ilusión.

Ahora, en cambio, escribes a tu amigo por WhatsApp, y si no te responde a los cinco minutos siguientes ya te vuelves impaciente.

¿Recuerdas cuando les decías a tus amigos “nos vemos en siete días a las cinco en el parque” y sin confirmar, allí te presentabas y allí te los encontrabas? Hoy nos parecería un hecho casi milagroso.

Ahora, te extrañaría si antes no lo confirmas varias veces, parece que la palabra ha perdido valor.

¿Recuerdas cuando quedabas a las cinco de la tarde, y a las cinco y diez seguías esperando tranquilamente porque sabías que estarían a punto de llegar?

Ahora, a las cinco en punto, en cuanto llegamos ya estamos escribiendo un WhatsApp para decir que hemos llegado. Y a los dos minutos ya estamos volviendo a escribir preguntando ¿Dónde estás?

Ahora, nos hemos vuelto incapaces de esperar.

Nos hemos vuelto adictos, esclavos, del tiempo y de la comunicación. Lo queremos controlar todo.

Pero... ¿qué sucede cuando hay cosas que no podemos controlar, como la enfermedad?

No toleramos no poder controlarlo. Además, tampoco podemos “perder” el tiempo estando enfermos, ya sea nosotros o nuestras hijas e hijos.

¡Cuántas veces hemos tenido fiebre que nos ha dejado aplatanados todo el día, una tos que no nos dejaba dormir, una congestión nasal que nos oprimía la cabeza, dolor de garganta que no nos permitía comer, diarreas de estar enganchado a la taza del váter!. O si tienes hijos, la tos nocturna de tu hijo que te impide conciliar el sueño.

La gran mayoría, son procesos banales que remiten en dos o tres días. Se trata de esperar, de tener la paciencia, esa que hemos perdido.

Vivimos en los tiempos de lo inmediato.

Hemos avanzado tanto que cuando la solución no es pulsar un botón o tomar la “píldora que nos cure todos los males de manera inmediata” nos parece un fracaso.

Lo que tenemos es un privilegio, y una responsabilidad. Es nuestra responsabilidad usarlo sin abuso.

Fecha de publicación: 13-07-2021
Autor/es:
  • Iñaki Alegría Coll. Pediatra. ONG Alegría Sin Fronteras y Fundación 'Pablo Horstmann'. Hospital Rural de Gambo y Clínica Pediátrica de Meki. Etiopía