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al cuidado de la infancia y la adolescencia

¿Qué contar de la pandemia a los jóvenes?

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Fecha de publicación: 9-12-2020

¿Qué contar a estas alturas que no sepamos?

Unas palabras dirigidas a los jóvenes, me pides.

Y a los no tan jóvenes, pienso también.

¿Cómo van a hacer caso los jóvenes si los que tienen que dar ejemplo, no lo dan?

No es lo mismo predicar que dar trigo.

Obras son amores y no buenas razones.

Nuestro refranero dice verdades como puños.

Pido ayuda a mis adolescentes, a esos que viven en casa; pienso que escucharán más y mejor a sus iguales que a una señora con canas.

“¿Qué les vas a contar si se lo saben todo?”, me dicen.

“No te van a hacer ni caso, van a su bola.”

No todos, no todos, pienso yo.

Leo la entrevista a Mónica, una joven de 21 años. Sale de fiesta todos los fines de semana, sin mascarilla y sin mantener la distancia. “Los jóvenes tenemos derecho a disfrutar.” Me llama la atención que su abuelo necesite un aporte de oxígeno para vivir y su abuela tenga un estado de salud delicado.

De nada sirve poner el grito en el cielo o cantar las cuarenta, salvo para poner más virus en suspensión.

Pienso que no hay más ciego que el que no quiere ver.

Creo que Mónica es muy afortunada porque todavía no ha conocido de cerca lo que este virus es capaz de hacer.

La ignorancia es atrevida y peligrosa.

No, algunos jóvenes y otros no tan jóvenes, todavía no lo veis, os coméis el mundo.

Recuerdo unas palabras: “Los jóvenes de hoy en día son unos tiranos. Contradicen a sus padres, devoran su comida y le faltan al respeto a sus maestros.

A nuestra juventud le gusta el lujo, está maleducada, se burla de los superiores y no respeta en absoluto a los ancianos.”

¿Nos suena de algo?

Pues estos escritos se atribuyen a Sócrates, hace ya 25 siglos y no fue el único.

Sócrates fue acusado de corromper a los jóvenes y fue condenado a muerte, como nos relata su querido discípulo Platón en Apología de Sócrates.

Curioso, ¿verdad?

Si eso fuera cierto, no estaríamos hoy aquí.

Aquellos jóvenes fueron la base de la siguiente generación y la siguiente, hasta nuestros días.

Es muy probable que nuestros jóvenes hablen mal de sus jóvenes dentro de 50 años.

“La sociedad necesita una juventud difícil; aquella que haga desesperar a los adultos”. De esta forma, la sociedad va realizando cambios.

“Les entrará por un oído y les saldrá por el otro.”

Sí, esos que sujetan las cintas de la mascarilla, esos que se encuentran a los lados del cerebro.

He leído que durante la adolescencia va madurando la corteza prefrontal, esa que controla los impulsos, la planificación y la empatía.

Es cuestión de tiempo que Mónica y sus amigos vayan entendiendo; solo hay que tener paciencia, porque entenderán, más temprano que tarde, entenderán.

Así es la vida.

Irán aprendiendo el valor de ayudar, acompañar, compartir, consolar al otro, aliviar, a pesar del desaliento, el cansancio y el miedo. La generosidad también está en ellos.

La situación no es buena, no.

No está el horno para bollos ni la cosa para echar cohetes.

El virus está descontrolado y campa a sus anchas en muchos de nosotros.

Cuesta entender a este virus donde la mitad de los infectados estamos asintomáticos y podemos quedar con otras personas. Cantar, bailar y compartir una, dos o tres copas.

Es una transmisión silenciosa.

Más de un millón de muertos, aunque les llamemos “exitus”. Duelen igual.

Me impresionó la historia de un hombre joven, 30 años, abogado; había escrito una canción a su padre, fallecido con 62 años, tras dos meses en cuidados intensivos. Le hizo llegar la música, aunque no sabe si la llegó a escuchar; ahora espera que lo haga, desde donde esté. Él inició la cadena, solo tuvo dos días fiebre y mantuvo viva la esperanza de volver a pasear con su padre cuando saliera del hospital.

“El confinamiento me ha hecho deportista”, me decía un padre que había perdido al suyo en marzo. “No había un respirador para él. Saqué la bici del trastero. Necesito el ejercicio, para que el dolor no se me haga bola.”

“A los que niegan la situación, les digo lo afortunados que todavía son, porque en esta vida, todo llega y todo tiene remedio, salvo la muerte.”

Así es la vida.

Los adolescentes también reflexionan.

Es necesario ser persistentes, como lo hacía Sócrates.

Nuestra tarea es informar, con cariño, con paciencia y no recriminar cuando alguno de ellos llegue a la urgencia, que llegará.

Gabriel Heras, intensivista. “Los que trabajamos en la UCI estamos agotados. Queremos que la gente no os olvide.”

Pero uno solo se acuerda de Santa Bárbara cuando truena, o a lo mejor, eso era antes. Pocos ven las orejas del lobo.

Un chaval de 15 años acudió a consulta con el diagnóstico de uretritis por gonococo; ya tenía experiencia. Me sorprendieron su juventud y su conocimiento. Sabía de los preservativos, pero en ese momento, aunque lo pensó, no se lo puso. Es probable que la próxima vez los use, porque nadie aprende en piel ajena.

Resumiendo: mejor al aire libre que en espacios interiores, ya que el riesgo de contagio es menor, siempre con mascarilla de calidad, bien ajustada y distancia física. Ventilad abriendo puertas y ventanas. Cuidaos, cuidadnos.

Es necesario arrimar el hombro, aunque manteniendo la distancia física.

Os necesitamos. Que no se nos haga bola.

Mi abuela solía decir que la precaución y el caldo de gallina no hacen daño a nadie; aunque no estoy de acuerdo, y si no, que se lo pregunten a la pobre ponedora.

Me quedo con las palabras de Cristina Martínez profesora de arte del instituto María Zambrano, de Leganés: “En el instituto lo llevamos todo en plan militar.

Ventanas y puertas abiertas, hay corriente por todas partes, damos las clases como las cebollas, con varias capas.

Los chavales limpian las mesas cuando entran a cada clase. Se están portando mejor que nunca. Todos con mascarilla y respetando todas las normas que les pedimos, sin rechistar.

Por ahora no hay casi contagios y lo llevamos lo mejor que podemos.”

¡Gracias!

Fecha de publicación: 9-12-2020
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