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Padres y pediatras
al cuidado de la infancia y la adolescencia

¿Qué hacemos en el cole si el niño se comporta como un tirano?

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Fecha de publicación: 13-11-2021

“La satisfacción radica en el esfuerzo, no en el logro. El esfuerzo total es una victoria completa” (Mahatma Gandhi)

¿Qué características tiene el niño tirano en clase?

El niño tirano soporta mal la frustración. Carece de estrategias para resolver los problemas ya que está acostumbrado a que se los resuelvan. No acepta un “no” por respuesta, por lo que suele responder con rabietas. No empatiza. No siente remordimientos al pegar, gritar o amenazar a un compañero.

Además, es egocéntrico. La culpa de sus problemas es de los demás y suele encontrar justificación para su conducta. Demanda continuamente atención en clase. Tiene una percepción exagerada de la propiedad. “Es mío” es una frase que usa mucho. Exige más que pide y, cuando consigue algo que quería, vuelve a querer más cosas. No se queda satisfecho con nada que consigue.

Está triste o enfadado casi siempre. Tiene la autoestima baja pero se enmascara de un comportamiento tiránico. No reconoce la autoridad de los profesores. Discute siempre las normas y los castigos de la escuela porque los considera injustos o exagerados.

¿Qué ha podido pasar para llegar a ser un niño tirano?

Junto a la predisposición genética, hay dos factores principales que favorecen su aparición:

- Estilo educativo permisivo: se ha pasado de una educación estricta en las generaciones anteriores a una educación sin límites claros derivada del miedo a frustrar a los hijos, de pasar poco tiempo con ellos, el cambio del rol de padres a los abuelos o cuidadores, discrepancias entre la ideología de los padres, entre otros. Esta falta de disciplina (entendida como “enseñar”, sin pegar y sin “mano dura”) hace creer al niño que puede hacer lo que quiera, cuando y donde quiera. Por ello, no interioriza que las recompensas necesitan un esfuerzo ni que debe respetar a los demás.

- Influencia social consumista: prima tenerlo todo, rápido y fácilmente (al pulsar un “clic” tengo mañana lo que deseo). Sobre todo en los medios de comunicación, se transmiten excesivos mensajes hedonistas e individualistas en los que no se inculcan valores como el respeto, el esfuerzo, el agradecimiento o apreciar lo que ya poseemos. También, en esta sociedad impaciente en la que estamos inmersos cuesta mucho no sentirse desbordado como cuidador.

Es probable que desde pequeño el niño tirano no haya aprendido a valorar las cosas ni a las personas, estando sus deseos por encima de todo sin contentarse con nada.

¿Cómo podrían ayudar los profesores en su educación?

Manteniendo la autoridad desde el principio sin ser autoritarios. El autoritarismo es desmedido, impulsivo, irreflexivo, represivo y omnipotente; mientras que la autoridad es una labor de madurez y responsabilidad, ardua y penosa, pero que regala comunicación, confianza, afecto, cariño y cercanía, en definitiva, amor. Todo ello sin dejar de lado el disfrute del trabajo tan maravilloso que es la enseñanza. Por esto, según muchos autores, se recomienda no ser “amigo” de los alumnos, sino asumir el rol de “educador”, como deberían hacer los padres, ya que el discípulo necesita, como su propio nombre indica, disciplina.

En este sentido, cuando el niño tirano tenga una rabieta sería recomendable, en primer lugar, conectar emocionalmente con él y, después, redirigirlo racionalmente.

Por otro lado, los límites deben ser claros y los castigos (en caso de ser necesarios) deben ser proporcionados y han de cumplirse. Se debe tener empatía y mostrarle que la intención principal es ayudarle aunque le parezca lo contrario inicialmente, pues el niño no entenderá que ponerle límites es bueno para su futuro. En todo momento debe primar el consenso entre los profesores y los padres/cuidadores. La “voz” de ambas partes debería ser una.

Es importante también tratar de dedicarle más tiempo. Puede que el niño esté pasando por un mal momento familiar y le sea de ayuda tener alguien cercano que le atienda, le preste atención y le consuele.

Unido a lo anterior, es primordial permitirles que experimenten cierta frustración para que comprendan que en la vida se requieren esfuerzo y respeto hacia los demás y las cosas que nos rodean. Durante su vida deberá afrontar situaciones difíciles y solucionar problemas por su cuenta, por lo que sobreprotegerlo es un flaco favor puesto que con el tiempo descubrirá que el mundo no está hecho a su medida y puede llegar a sentirse un desgraciado. No quiere decir que haya que hacerle sufrir sin motivo ni que en una situación grave no se le preste ayuda, sino que proporcionalmente a su edad y a su madurez mental, se le debería dejar actuar con cierta independencia y ayudar lo menos posible en determinadas situaciones. De esta forma se logra responsabilizarlo poco a poco de algunas tareas.

No se debe etiquetar al niño como “malo”. Sugerimos decir “sí” a las emociones pero “no” a los malos comportamientos. Es más adecuado usar el verbo “estar” en vez de “ser” porque cuando utilizamos este último da la impresión de que no hay posibilidad de mejora (por ejemplo, es más conveniente decir “ese comportamiento no es correcto…” a “eres malo”).

En cualquier caso, si se sospecha que el niño comparte algunos aspectos de los descritos anteriormente se recomienda contactar con sus padres/cuidadores y explicarles la situación. El pediatra puede ser de ayuda y considerará si precisa valoración psicológica o psiquiátrica, además de descartar patologías mentales o problemas socio-familiares.

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Fecha de publicación: 13-11-2021
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